Abrazos en la hierba
Mi compañero de casa Laurie y yo, salimos pitando de nuestro Crawley para dirigirnos a Londres, ese día se celebraba el Field Day Festival y era el segundo año que asistíamos. Este es quizás el más grande los festivales Indies de la capital inglesa y donde casi todos los años tocan los más grandes y pequeños en perfecta armonía. Como por arte de magia, el sol reinaba en lo más alto, algo muy poco común en las islas británicas, por lo que con un día así, uno lleva la sensación de que todo saldrá a pedir de boca. Como siempre, cogimos nuestro tren dirección a Victoria Station y desde allí cogeríamos un bus que nos llevaría a Victoria Park, que era el lugar donde se celebraba el festival. Así hicimos y como si todo estuviese más que planeado de antemano, todo salió según lo previsto. Como siempre, el nerviosismo antes de entrar en un evento como este, se hace más que patente, más que nada, porque el resto de los miles de almas también lo están, causada esta, por la excitación al escuchar de lejos las bandas que ya están sobre el escenario y es cuando uno tiene esa sensación de que se lo está perdiendo todo. A la entrada, la cola de siempre, aunque al final no tuvimos que esperar mucho, los británicos en esto de grandes festivales tienen mucha escuela y lo demuestran en cosas como estas.
Entramos y fuimos parte de esa excitación que llevábamos dentro y que sabíamos sólo pasaría, cuando estuviésemos en medio de la jauría. Pasamos de escenario en escenario, viendo a bandas que destilaban emociones a flor de piel y que nos recordaban de vez en cuando, que la piel también se pone de gallina sin necesidad de hacer frio.
Fue en uno de los descansos entre concierto y concierto, en los que ocurrió aquella estampa delante de mis narices, a escasos metros, sobre la hierba verde. Allí se encontraban aquellos dos jóvenes abrazados, revolcándose, celebrando la vida. Y Yo allí, sentado delante de ellos, a unos tres metros, observando el gran momento emocional que estaban viviendo. Los miré detenidamente, mis ojos seguían como un imán todos sus movimientos, las caricias que se profesaban ambos, el tacto de la mano de ella, que le buscaba la mejilla de él y en la que se notaba una gran dosis de dulzura, quizás incluso algo de cariño también. Estaban abrazados de tal forma, que no les importaba que estuviesen rodeados de miles de almas, algunas observándolos, otras incluso ignorándolos.
Me gustaba la forma de buscarse con las manos todo su cuerpo, las partes de sus caras, de sus cabezas, era una especie de biopsia emocional, sin apenas darse cuenta, pero con el tacto fuerte sobre lo que se quería acariciar. A veces se escuchaba una risa entre ambos o quizás fuesen más, también había las típicas promesas al oído y las sonrisas que estás se sacan de cualquier tontería que se dice y todo, intercalado entre decenas de besos. Y el sol en lo alto, que hacía que aquello pareciese todo más grande, porque sus cuerpos quedaban en medio de los rayos del astro rey y se convertían sin querer, en los protagonistas de una obra de teatro con el fondo todo a oscuras.
Los dos tenían el pelo largo y del mismo color, por lo que muchas veces, no podías distinguir muy bien quieren era el chico y la chica, aunque eso daba igual, lo que importaba era ese respeto que se mostraban en sus toqueteos, estaba todo como marcado por antelación, con las reglas del juego expuestas de antemano, aunque a lo mejor, todo fue de casualidad y aquel justo momento, salió de un encuentro casual. Jamás lo sabremos…
Me quedé un momento estupefacto, para luego sacar mi móvil del bolsillo e inmortalizar aquel bonito instante. Al principio dudé, pensé que les importaría y se incomodarían. Pero no fue así, cuando estaba a punto de sacar la foto, el chico levantó un poco su cabeza y se me quedó mirando, luego ella hizo lo mismo y los dos dejaron de observarse por unos segundos, para llevar sus vistas a mi mano, que estaba a punto de apretar el botón, sonrieron y sacaron una carcajada, luego se miraron y comenzaron a besarse con gran fuerza. Supe que aquello era una señal que me habían enviado para que siguiese con mi idea de retratarlo y así lo hice, saqué un par de fotos, mientras ellos juagaban entre ellos, mientras se aislaban de todo lo que tenían alrededor, a pesar de ser un gigantesco festival, nada les importaba. La fuerza de sus abrazos se multiplicó, él la agarraba con fuerza contra su cuerpo y de vez en cuando, ella le respondía de la misma manera, las piernas de ambos se entrelazaban como serpientes. En su mente, estaban tumbados en el sofá de su casa, una tarde sábado, mientras en la televisión no echaban nada interesante, pero les hacía compañía. En su mente, estaban ellos solos, con la puerta cerrada con llave, por si aparecían sus padres por sorpresa. En su mente, el jolgorio de la gente que tenían alrededor, eran los gritos de varios jóvenes en la calle, a la puerta de un bar mientras bebían…
Y yo no podía parar de observarlos, aquella estampa bucólica de amor parecía explotar de felicidad por momentos. Yo desearía algo así, incluso allí mismo, con cualquiera y probar unos abrazos en la hierba como aquellos. Conseguir una atmósfera hermética en medio del gran bullicio no es nada fácil, más incluso si la hierba está mojada, porque los días anteriores no había dejado de llover. El concierto estrella de aquel festival era el de los Slowdive y estaba a punto de comenzar, pero eso les daba igual.
Me gustó el sentir de toda la gente a su alrededor, les dejaron su espacio para poder disfrutar entre ellos, nadie los molestó, a nadie importaba que estuviesen allí tirados, ellos a solas, en medio de todo aquello, para hacernos comprender que los besos, saben siempre igual se den donde se den, lo mismo que los abrazos.
Mi amigo Laurie y yo nos quedamos un tiempo observándolos, Laurie me miró y sacó una carcajada que venía a decir: ¡Qué grande este ambiente! Y si, así era, aquella estampa que teníamos delante, representaba el espíritu de aquel festival de música Indie, y aunque no tocase ninguna banda, también estaría bien, con imágenes como aquella, uno se va contento para casa. Luego volvimos nuestras miradas hacia ellos y allí seguían tirados, más cerca incluso, más pegados, más atolondrados, con el sol, que no había parado un momento de darles de lleno y haciéndolos protagonistas del momento.
Al poco, la música de Slowdive comenzó a sonar y tardaron un poco en levantarse, pero no había tiempo para más, la escena era otra y los actores principales habían cambiado, estaban ahora sobre el escenario. Aquellos dos chicos dejaron grandes emociones en el aire, que tendríamos que coger con pinzas y mezclarlo con las que venían desde el escenario. Ellos abrazados, se esfumaron entre la muchedumbre saltando, riéndose y enganchados con sus brazos por las espaldas. Antes de dejar de verlos, pude ver su último beso, que dibujaba una gran sonrisa entre ambos. Luego desaparecieron para siempre y las imágenes, que venían a mi mente una y otra vez de la dulzura con que se estuvieron examinando sobre la hierba húmeda, me trajeron el recuerdo un viejo amor, que ya había olvidado y entonces pensé en ella de nuevo, después de mucho tiempo. Y así supe, que aquella noche, tampoco podría dormir.
Jordi Cicely
Canción para escuchar en bucle: Ce Matin La – Air
3 Comments
laugurut
Esos momentos únicos que se evaden de todo lo que nos rodea son lo más! !!!! Y unido al detalle máximo de como lo relatas dan como resultado un post sublime como siempre .Oleeeeeee Jordi!!!!!! Besazo
Alfredo
Realista y hace soñar con muchos momentos asi
Abril
Un aporte muy interesante. Gracias por la información. Reciba un cordial saludo.