Pensamientos

Susurros de Leonard Cohen

Aquí so dejo mi pequeño homenaje a Leonard Cohen en forma de relato. Una historia que habla del concierto que el trovador del sXX dio en Vigo en 2009 y al que tuve la suerte de asistir. Espero os guste.

 

El descubrimiento
La primera vez que escuche una canción de Leonard Cohen, fue en uno de los muchos programas nocturnos de radio que me tragaba antes de quedarme dormido, por aquel entonces, la música de los 60 y los 70 era mi debilidad. La presentación del genio canadiense se hizo con Suzanne, quizás su canción emblema, de las muchas emblema que tiene. Con su voz y una simple guitarra, aquella sencilla melodía, me hacía entender la historia que contaba, aunque no tuviese ni idea que decía su letra. La escuché mil veces y luego todas las siguientes que pueden llegar, So Long Marianne, Sisters of Mercy, The Partisan… los grandes éxitos de Cohen no paraban de sonar en mi equipo de música. Sinceramente, estaba abrumado, ver que alguien con tan poco, pudiese hacer algo tan grande.
Los años pasaron y como siempre ocurre, los gustos y la pasión que uno tiene por la música cambia, está claro  que nunca más se vuelve a sentir la música como cuando uno está a punto de entrar en la veintena, y aunque llegan algunos picos altos emocionales en los años posteriores, jamás la sensación de ser invencible con escuchar una melodía vuelve a sentirse. Y ahí quedó Cohen, descubierto en el momento apropiado, cuando sus melodías parecían himnos eternos, que pensaba, tonto de mí, jamás dejaría de escuchar. Pero luego, aparecen otros grupos, otros estilos y unos ídolos, dan paso a otros. También la forma de escudar la música: pasas de estar todo el día enganchado, a estarlo sólo cuando el trabajo te deja esos minutos libres al final del día…

Mi relación con Cohen fue honesta, digamos, que aunque nos separamos para dar paso a otros estilos como el Brit Pop y Cía, nunca nos dejamos del todo. Parecíamos esos novios que van y vienen, como cuando recurres a alguien de vez en cuando, al tiempo que no te quieres dar cuenta, que más tarde volverá a tu vida.

Nada tenía que ver el Rock Hooligan de los hermanos Gallagher de los noventa, con esa voz propia, que te susurra al oído, secretos que todos sabemos, pero que nos enrojecernos al instante en que alguien nos lo recuerdan. Y aun así, tuve el valor de dejarlo de lado.
Seguí comprando sus álbumes a lo largo de mi vida, hasta conseguir toda su discografía. Los discos, para mí, son la forma más directa de estar en contacto con un músico, aunque no lo trates jamás en persona y da igual si es la era digital o de internet, desenvolver un plástico, abrir su librillo, realizar el ritual de poner el CD en el aparato de música, es una boda en medio de una iglesia abarrotada y tú de protagonista.
Pero no llegó con eso, luego sus libros fueron lo siguiente. Su obra literaria, encumbrada en Los Hermosos Vencidos y sobretodo Flores para Hitler, pasaron a ser libros de cabecera, son esos detalles que te dan a entender, que no estás solamente ante un músico, al igual que ocurre con Bob Dylan, son artistas que invaden otras disciplinas y casi sin darte cuenta, forman parte de ellas, saltando en su caso, de la música a la literatura y al revés. A decir verdad, Cohen no necesitaba escribir ningún libro de poemas, sus canciones son poesía, que además tienen la suerte de enclavarse perfectamente en la música, su voz, es el detonante perfecto para unir estas dos cosas y crear una simbiosis musical y literatura como jamás antes se hizo.
El chico folkie, que comenzó tocando con una guitarra en festivales hippies, acabo siendo el señor de los susurros de todos nosotros.

El concierto
Hace unos pocos años, Leonard Cohen dio un concierto memorable en Vigo.  Así lo anunciaban los carteles que invadieron las paredes de todo Galicia. Unos amigos y yo, no dudamos en ir a verlo, cinco personas llenamos un coche, en el que por causalidades de la vida, sería sin saberlo, el último viaje que haríamos. Y así partimos pitando a la ciudad olívica, en una tarde calurosa de verano. Todos los allí presentes, habíamos crecido con la música de los 90, escuchando a Queen, Oasis, Pearl Jam, Nirvana, REM, The Afghan Whigs, The Stone Roses y bandas de pop indie y rock alternativo. Pero aun así, no queríamos perdernos el recital de un maestro, al que admirábamos por encima de modas musicales. Durante el trayecto, desgarramos la discografía de Cohen en los álbumes que llevamos y que iba cambiando el copiloto, para escuchar los temas que más nos gustaban. Uno de nosotros soltó una pregunta al aire ¿Quién era mejor? ¿Leonard Cohen, Bob Dylan, Lou Reed, Neil Young o Tom Waits? Un silencio invadió el viaje, unos segundos de reflexión interior para contestar una pregunta sencilla, pero de difícil respuesta. No recuerdo quien fue el primero en hacerlo, pero con voz cortada nombro a Waits, otro se apresuró para nombrar a Young y yo hice lo mismo con Dylan. Se creó un silencio molestó de nuevo, sabíamos que nuestras respuestas no eran acertadas, o a lo mejor, tenían parte de acierto. Luis, el copiloto, no le tembló la voz para decir que era sin duda Cohen ¿Por qué? Le pregunte.
-Porque es respeto y elegancia- contestó
Eso también lo es Lou Reed o Dylan- le reproché
.Si, pero a aparte, es vejez, en definitiva es respeto, elegancia y vejez
No volvimos a hablar del tema, daría para un viaje y su vuelta, pero queríamos escuchar la música de Cohen antes de llegar al concierto y aquella no era una tarde para discutir temas que no tendrían final. subimos la música y seguimos con los ojos como platos de la emoción, cada vez que veíamos bajar la distancia a Vigo.
Llegamos al parque de Castrelos muy pronto,  y nos sentamos en el anfiteatro vacío, a esperar pasar las horas, apenas una quincena de personas en aquella tarde calurosa, pero tuvimos nuestra recompensa, pues Cohen, salió al escenario a media tarde a ensayar unos cuantos temas, como buen caballero que es y sin sacar su sombrero de la cabeza, saludó a los pocos que allí estábamos, fuimos espectadores de lujo en un concierto para amigos.
Llegó la hora y Castrelos estaba a reventar, tanto el anfiteatro como la zona de la plaza permanecía ansiosa de ver a un músico que con 78 años, desgarraría su alma al viento para nuestro disfrute.  Y fue entonces cuando apareció en el escenario, vestido con traje y sombrero oscuro, renqueante por el escenario y con movimientos más cercanos a la vejez de bastón, que al estrellato de la música. Elegantemente se presentó y comenzó a cantar sin avisarnos, que es la mejor forma que él tiene para encandilarnos, los aplausos reventaron la atmósfera. Sus músicos eran ángeles que lo arropaban, su música y la voz de Cohen parecía estar pegados con pegamento.
En cada canción se nos mostró como es, en cada una, nos trajo recuerdos que todo tenemos en nuestro interior y que a casi nadie contamos. Los conciertos de Cohen son susurros de alguien al que esperaste desde hace mucho, son las caricias de esa persona con la que te levantas una mañana y al mirarla sabes que nada malo puede pasar, es ese recuerdo de alguien al que no conseguiste jamás olvidar, es su olor, su tacto, su forma de hacer el amor y que ya casi no recuerdas, es el recuentro con lo que añoras y que has perdido a lo largo de tu vida sin darte cuenta. Cohen es un amante empedernido, capaz de tener mil mujeres, pero solo estar enamorado de una, un judío convencido, que sin embargo, le pide cuentas a Dios en cada canción.
El concierto siguió, con una pausa de por medio para que pudieses descansar y volver en la segunda parte con más fuerza. No nos defraudó  y ajeno a todos lo que lo rodeábamos y sin una arruga en su traje, siguió lanzando himnos emocionales a la calurosa noche de Vigo. Agarró si cabe, con más fuerza el micrófono casi hasta estrujarlo, para seguir su letanía. La gente lo acompañaba con sus voces, en esos estribillos que no lo son, pero que sin embargo, él los convierte. Nos habló de sus mujeres, de sus historias, de cómo bailar con todas ellas a la luz del fuego, de una tal Suzanne, que había perdido la cabeza por un marinero que se marchaba, de un amor lejano llamado Marianne, nos descubrió una vez más, su historia de amor en un hotel, con la diosa hippie Joplin.
Un concierto de Cohen, es una comunión perfecta con su público, en cada silencio entre canción y canción, la gente calla para escucharlo hablar sobre sus miedos, sus amores, sus angustias… Los aplausos, nunca son más altos que el final de cada canción. Cuando el maestro habla, el resto calla, cuando hay que alabarlo, la gente lo hace con orden. Y aquella figura, que por veces parece dar lástima, se erige con fuerza como un director de orquesta con su batuta en mano al resto de la banda, que somos todos nosotros.
Y casi sin darnos cuenta, nos mostró en aquel recital y en todas sus canciones, que a veces envejecer no es tan malo, siempre depende de la forma con que se haga y también aprendimos, que se puede ser un seductor con casi ochenta años más que con veinte, solo depende de las ganas de vivir que tenga uno y en eso él es un maestro, nadie jamás nos susurró nuestros secretos al odio como el hizo, nadie nos mantuvo tan cercanos a los recuerdos que nos mantienen vivos.

Descansa maestro. Leonard Cohen. D.E.P

 

Fotografia: Concierto de Leonard Cohen en Vigo 2009

Autor: Oscar Vázquez

Fuente: La Voz de Galicia

Canción para escuchar en bucle: Halleluja – Leonard Cohen

Jordi Cicely

 

Este es el lugar donde descansan las emociones de un escritor curioso, aventurero, emocional, romántico, caótico, tozudo, insensato, sensible, tenaz, persistente, impulsivo, vital, soñador... y que cuando se mira a un espejo y se queda un rato en silencio, se ve como un viajero incansable, amante pasional, escritor espontáneo, amigo infranqueable. Mis pasiones: La música (la Psicodelia, los Oldies, lo Sixtie, el Brit Pop, Queen y Freddie Mercury, el Indie, el Shoegazing, Brian Wilson y los Beach Boys, el Pet Sounds), la literatura, los relatos, la Generación Beat de Jack Kerouac, el existencialismo de Camus, los poemas de Rimbaud, El Principito, los viajes por el mundo, cinco ciudades inolvidables (Braga, Londres, Brighton, La Habana y Hong kong), el cine de Larry Clarck, Godard y la Nouvelle Vague, la serie Doctor en Alaska, el pueblecito de Cicely, el movimiento Mod, el British Style, la marca Fred Perry, la cerveza Superbock, la Holanda de Cruyff del 74, el Budismo, la noche en silencio, Latinoamérica, las chicas misteriosas, la vida...que es un suspiro. Solamente una cosa más: Si quieres perderme, sólo tienes que mentirme.

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