Momentos,  Pildoras

La próxima vez

Llevábamos ya un tiempo conociéndonos. Ella había estado aquella tarde-noche de domingo con unas amigas, me llamó cuando se había quedado sola, era ya tarde y me dijo que podíamos ir a tomar algo rápido. Me vestí y fui a su encuentro, dijo que me esperaría en una esquina cerca del bar donde iríamos.

Nos encontramos y nos fuimos en nuestro recorrido a la par pisando las aceras que estaban húmedas de la helada que ya comenzaba a caer. Al llegar chocamos con un par de parejas que estaban ocupando la puerta de entrada, había bastante gente y el ruido apenas dejaba escuchar la canción que estaba sonando en aquel instante, me pareció escuchar la dulce voz de Aurora cantando el clásico Half The World Away de Noel Gallagher. Agudicé mi oído durante unos segundos para escucharla mejor, tiempo suficiente para que ella pasase delante de mí y tomase el mando para dirigirnos a unos sofás negros que había al fondo y que parecían muy cómodos.

Se sentó a mi lado y sacó su zamarra de color caqui y de mangas negras que siempre llevaba cuando quedábamos, luego hizo un gesto para apartarse un mechón de cabello rebelde y que le caía por delante de la cara cada dos por tres. Al tiempo que su mano agarraba el pelo, me dedicó una mirada picaresca que acompañó de una pequeña sonrisa y que duró en su cara lo que dura un suspiro. Volvió a bajar su mirada y colocó la zamarra bien doblada sobre el sofá contiguo. Su cuerpo quedó perfectamente delimitado en forma de figura envuelta en un jersey básico gris y unos pantalones negros que dibujaban la curva de la cintura y de los muslos. Todo aquel ritual penetró en mi mente de forma inmediata y se grabó a fuego, todo quedó en un bonito momento para recordar siempre.

«Había algo que no le dejaba fiarse del todo de mí y tuve la sensación de que tampoco se fiaba de nadie y quizás todo viniese de su antigua historia con él»

Después de estar un tiempo sentados hablando sobre temas bastante emocionantes, sin querer y también sin buscarlo, nos acercamos más, fuimos conectando casi sin darnos cuenta a golpe de frase y de una forma natural casi inusual, estábamos enfrascados en aquella historia en la que supe porqué se había acabado todo entre ella y su novio y en la que la nostalgia fue protagonista absoluta desde el mismo momento que él apareció en un recuerdo. Aunque quería dar la impresión de ser una chica dura y resistente a mis ataques al corazón, el tono de su voz la delató durante un par de segundos. A decir verdad, no le di la importancia necesaria en aquel momento, cosa de lo que me arrepentí después, porque no era una chica que se prodigase mucho en cuanto a emociones relacionadas con sus parejas. Había algo que no le dejaba fiarse del todo de mí y tuve la sensación de que tampoco se fiaba de nadie y quizás todo viniese de su antigua historia con él. Por lo que cada movimiento que ella hacía para acercarse un poco más a mí, ya fuese en un gesto o en una pequeña y casi inapreciable confesión entre regañadientes, yo lo tomaba como una tremenda victoria.

Después de haber bebido ya un par de cañas, ella se me quedó mirando fijamente con esa mirada de la que no sabes muy bien si fiarte o no y que también ella sabe utilizar en su interés, con los ojos cristalinos engrandecidos por el alcohol que comenzaba hacer mella en su cabeza, apoyó su mano en su cara recostada y  me dijo:

 

-¿Sabes? Tengo unas ganas enormes de comerte la boca.

 

Saqué una sonrisa y le pregunté mirándola a los ojos: Pero… ¿Por qué no lo haces?

 

Ella bajó un poco su mirada, la dirigió a la mesita que teníamos entre nuestras piernas y que sujetaba los dos vasos vacíos, luego en un gesto automático, apartó una vez más detrás de la oreja parte del cabello que le cubría desde hacía un tiempo la cara y dijo:

 

-No sé, no me atrevo.

 

Su respuesta me dejó estupefacto y solamente pude reaccionar preguntándole algo coherente, pero lleno de intriga: “¿Te atreves a decírmelo y no a hacerlo?”

 

Ella volvió a repetir ese gesto tan suyo de apartarse el pelo por detrás de la oreja que connotaba cierto nerviosismo y mirando al suelo dijo: sí, tienes razón, soy muy tonta.

 

Antes de contestar decidí dar un paso al frente y apartarle yo mismo ese mechón rebelde que no había parado de caerle una y otra vez por delante su cara durante toda la noche. En el momento que pasaba mi mano por su cara, me miró y sonrió, luego le dije: “La próxima vez, di menos las cosas y hazlas más”.

 

Ella había dibujado una gigantesca sonrisa que permanecía desde mis últimas palabras y que dulcificaban sus duras facciones, la vi distinta a las otras veces, entonces se acercó sigilosamente, me miró fijamente por primera vez en mucho tiempo y en un arrebato de valentía y que parecía vencer la vergüenza, me dijo: “La próxima vez será ahora…”

Jordi Cicely

Canción para escuchar en bucle : Half the World Away -Noel Gallagher

Este es el lugar donde descansan las emociones de un escritor curioso, aventurero, emocional, romántico, caótico, tozudo, insensato, sensible, tenaz, persistente, impulsivo, vital, soñador... y que cuando se mira a un espejo y se queda un rato en silencio, se ve como un viajero incansable, amante pasional, escritor espontáneo, amigo infranqueable. Mis pasiones: La música (la Psicodelia, los Oldies, lo Sixtie, el Brit Pop, Queen y Freddie Mercury, el Indie, el Shoegazing, Brian Wilson y los Beach Boys, el Pet Sounds), la literatura, los relatos, la Generación Beat de Jack Kerouac, el existencialismo de Camus, los poemas de Rimbaud, El Principito, los viajes por el mundo, cinco ciudades inolvidables (Braga, Londres, Brighton, La Habana y Hong kong), el cine de Larry Clarck, Godard y la Nouvelle Vague, la serie Doctor en Alaska, el pueblecito de Cicely, el movimiento Mod, el British Style, la marca Fred Perry, la cerveza Superbock, la Holanda de Cruyff del 74, el Budismo, la noche en silencio, Latinoamérica, las chicas misteriosas, la vida...que es un suspiro. Solamente una cosa más: Si quieres perderme, sólo tienes que mentirme.

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